Hinchas fanáticos y violentos

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Los otrora hinchas, unos que sufrimos cuando más de medio siglo nuestro equipo perdía su estrella en el último partido, otros, que celebraban las primeras estrellas de su equipo amado, sí podemos afirmar que en los estadios los tiempos pasados fueron mejores.

En cada partido, sin importar el rival que tocara, como igual ocurría en un clásico, ir al estadio era asistir a un culto: el respeto mutuo, el silencio que permitía apreciáramos las jugadas y los aplausos de celebración de los goles.

Pero al pasar los años, como ocurrió en las ciudades, claro porque de sectarismo político y de violencia siempre han estado afectadas las veredas, el estadio se permeó de la violencia de los fanáticos.

Si cuando Dante escribió “La Divina Comedia”, ya hubiera existido el fútbol profesional, seguramente le habría reservado lugar en el canto X del “Infierno”.

Pero Eduardo Galeano, en “El Fútbol a sol y sombra”, describió a los hinchas fanáticos y las causas emocionales de su violencia patológica.

“Viene haciendo mucho ruido y mucho lio. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha de otro club constituye una provocación inadmisible”.