Cali, mayo 25 de 2025. Actualizado: viernes, mayo 23, 2025 23:15
No solo es contra el Valle
Definitivamente, el país, con el actual gobierno nacional, está inmerso en un caos institucional y político terrible.
Gracias a las amenazas constantes contra los colombianos decentes, laboriosos, estudiosos, aguantadores, Colombia se encuentra en un modus operandi de extorsión, de violencia, de antiética, de desfalco desmesurado del Tesoro Público, de irregularidades inimaginables que, nos tiene en un callejón sin salida gracias al irrespeto a la dignidad de la justicia, a las FF.AA. (inexplicablemente silenciadas), al mismo pueblo demócrata que aparentemente sigue adormilado y pasivo. Ese refrán popular “que tanto rueda el cántaro hasta que por fin se quiebra”, está atragantado en las gargantas de millones de compatriotas.
Se confirma entonces, lo que se dijo desde el principio del actual gobierno, que el presidente no es un buen administrador sino un ideólogo y, por tanto, un activista radical y pendenciero que pretende imponer un régimen unilateral en el que solo su palabra es la que vale y sus decisiones sean infalibles.
Ese radicalismo no le permite reflexionar, mostrando el cobre cuando demostraron hace pocos días que la tal reforma laboral, esa que acabaría con las Pymes y Mipymes y, por tanto, destruiría miles y miles de empleos, no era objetivo esencial del gobierno.
Tal parece que por cálculo electoral de la izquierda, esperaban la negación del Congreso para aprovechar ese “papayazo” inmediatamente e imponer una consulta popular que les ayudaría a empezar una campaña electoral para el 2026 sin invertir dineros propios sino los de los impuestos de los colombianos.
Pavorosa inversión de los valores democráticos. La negación de ese esperpento en las difíciles circunstancias que vivimos en estos días, ha causado una reacción populista del gobierno, que alebresta a los que padecen una indigestión mental (minorías) y despertando un león dormido (mayorías) que ya no soporta que lo fustiguen con tantas amenazas y con las calles convulsionadas.
Los baños de sangre eran propios de aquellas épocas donde el bandolerismo y el sectarismo político sumían a Colombia en una patria deprimente.
No podemos regresar a esa nefasta época por voces negligentes y peligrosas del gobierno nacional, que quieren quedarse en el poder de cualquier manera.
Será que Darío Echandía, ministro delegatario hace algunos años, tenía razón cuando dijo que “¿Colombia era un país de cafres?”.