El bloqueo de Popayán, una extorsión con calendario en mano

El bloqueo de la vía Panamericana entre Cali y Popayán se ha convertido en un mecanismo de presión que, lamentablemente, ha sido validado por todos los gobiernos.

Lo más grave es que cada año coincide, curiosamente, con la Semana Santa, cuando la capital del Cauca se juega su respiro económico más importante, impulsado por el turismo religioso.

¿Cuántos visitantes deja de recibir Popayán por el temor a quedar atrapados en medio de protestas en la carretera? La incertidumbre que generan estos cierres no solo afecta la imagen de la ciudad, sino que paraliza sectores clave como la hotelería, la gastronomía, el comercio y los servicios turísticos, que ven en estas fechas una posibilidad de recuperación económica.

En lo corrido del año ya van cinco bloqueos en esta vía clave para el suroccidente del país.

Según estimaciones del sector, los bloqueos en la Panamericana pueden generar pérdidas anuales superiores a los $100.000 millones.

Solo la Semana Santa en Popayán representa ingresos cercanos a $30.000 millones, cifras que muestran el daño directo que causa el cierre de esta vía.

Más allá de los debates tras las razones de los reclamos de las comunidades, hay que dejar claro que la forma de expresarlos no puede seguir siendo la de afectar el derecho a la movilidad y al trabajo de miles de ciudadanos.

El gobierno nacional debe dejar de actuar como mediador pasivo y asumir con firmeza su obligación de garantizar el libre tránsito.

Normalizar el cierre de una arteria vital como la Panamericana es abrirle la puerta a la anarquía.

El país no puede seguir tolerando extorsiones con calendario en mano y Popayán no puede pagar este precio todos los años.

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