Cali, julio 15 de 2025. Actualizado: martes, julio 15, 2025 23:36
El presidente atacó hasta su propio gabinete, con declaraciones ofensivas y un tono que erosiona la institucionalidad.
Una alocución preocupante
La alocución presidencial del pasado martes, 15 de julio, dejó una sensación profunda de preocupación, y no es para menos.
En medio de la discusión sobre las deudas de las EPS con hospitales, el presidente Gustavo Petro se desvió de lo sustantivo para dedicarse a lanzar descalificaciones hasta contra su propio gabinete.
El mandatario acusó a varios ministros de traición y, pese a la gran rotación que ha tenido su equipo, anunció que hará más cambios, lo que lleva a preguntar nuevamente por la estabilidad y la continuidad dentro del gobierno.
Igualmente preocupante resultó el tono ofensivo y la manera como el presidente se refirió a la vicepresidenta Francia Márquez, utilizando una frase “A mí, nadie que sea negro me va a decir que hay que excluir a un actor porno”, una expresión cargada de racismo que desdice de un gobierno que se vende como defensor de las minorías étnicas.
Lamentablemente, las intervenciones presidenciales se han convertido en una constante de lenguaje agresivo, insultos personales y una escalada emocional que aleja los asuntos reales de fondo, a la que ahora el mandatario agregó comentarios misóginos y racistas.
No es un asunto de estilo o forma, se trata del mensaje que se envía a la ciudadanía y del clima político que se alimenta.
La rutina presidencial de agresiones y burlas no solo genera un ambiente de polarización, sino que también erosiona la confianza institucional.
La retórica descalificadora, dirigida incluso hacia los de su propio equipo, crea un efecto dominó que erosiona la autoridad y alienta la confrontación en lugar del diálogo.
Si el problema es de gabinete, que el presidente presente un plan claro de cambio, recomponga su equipo y asuma decisiones.
Colombia merece un liderazgo que ennoblezca el debate, que eleve la conversación pública y que inspire.