Cali, septiembre 17 de 2025. Actualizado: miércoles, septiembre 17, 2025 21:31

Célimo Sinisterra

María de Cartagena, la esclava que vengó a sus hijos

Célimo Sinisterra

La Cartagena colonial, espléndida hacia afuera pero cruel hacia adentro, no solo fue escenario de comercio y fortificaciones.

También fue un puerto negrero, una plaza en la que llegaron decenas de miles de africanos arrancados de sus tierras para ser vendidos como esclavos.

Entre cadenas, látigos y subastas, la ciudad levantó buena parte de su riqueza. Pero en esas mismas calles también se gestaron resistencias, fugas y rebeliones que hoy apenas recordamos.

Una de las más estremecedoras es la historia de María de Cartagena, la mujer que, según la tradición oral, hirvió en una olla a su amo y a los tres hijos de este.

El relato suena brutal, pero ¿cómo entenderlo sin el trasfondo de la época? Las mujeres esclavizadas eran doblemente violentadas: como fuerza de trabajo y como cuerpos disponibles para el abuso.

Eran cocineras, lavanderas, amas de cría, cargadoras… pero también víctimas constantes de las agresiones sexuales de los amos.

María, como tantas otras, vivía entre la obediencia forzada y la humillación diaria. Un día, cuando el cuerpo esbelto de la joven angoleña ya se mostraba atractivo, uno de los hijos del esclavista, sin pensarlo dos veces, la obligó a ir a su aposento.

Allí, sin piedad alguna, la forzó a satisfacer sus criminales instintos. De esa violación nacieron dos mulatos, niños hermosos que crecieron en medio de la servidumbre y con escasas oportunidades de tener lo mínimo para ser felices.

El 20 de agosto de 1696, mientras María preparaba los alimentos para sus amos, sus dos pequeños salieron a la sala.

Allí estaba uno de los tres hijos de don Maldonado, un conocido esclavista de Cartagena. En ese momento, un pedazo de pan cayó al suelo y uno de los gemelos, hambriento, lo tomó para llevárselo a la boca.

El hijo menor de Maldonado, al verlo, le propinó una brutal patada que hizo volar al niño contra la puerta de la casa.

El pequeño cayó sangrando por boca y nariz. Su hermano corrió a consolarlo, pero entonces el joven esclavista lo sujetó por el cabello y lo azotó varias veces.

María, al presenciar semejante crueldad, salió despavorida de la cocina y recogió a sus hijos, que yacían casi muertos en el piso.

Los llevó a la habitación de servicio e intentó curarlos, pero no fue posible. Uno a uno murió ante la impotente mirada de su madre.

Con dolor desgarrador, los enterró en el patio de la casa. A partir de ese momento, juró vengar la muerte de sus gemelos.

María conocía de botánica y pronto consiguió hierbas que producían parálisis y somnolencia. Esperó el momento oportuno.

Una noche, durante un banquete en la casa Maldonado para celebrar la compra de nuevos esclavizados, la ocasión se presentó.

Cuando los invitados se marcharon, el amo y sus tres hijos permanecieron en la sala, exhaustos y medio ebrios.

Fue entonces cuando la esclavizada les ofreció un bebedizo preparado con sus hierbas. Ellos lo aceptaron sin sospechar.

Al cabo de unas horas, padre e hijos estaban conscientes, pero inmóviles. Fue entonces cuando María apareció desde la cocina y, por primera vez, los miró fijamente a los ojos.

Empezó por el hijo menor, el más cruel, aquel que había matado a su hijo. Llevó aceite hirviendo y lo vertió lentamente sobre sus pies, mientras él gritaba de dolor sin poder moverse.

Hizo lo mismo con los demás, hasta verlos morir en medio de quemaduras insoportables.

Con la complicidad de otra esclavizada que celebraba lo ocurrido, María robó joyas y objetos de valor. Como sabía leer y escribir, redactó una carta de libertad que le permitía circular como mujer liberta.

Muy temprano, al día siguiente, abandonó la casa. Tenía tres opciones: huir al monte como cimarrona, embarcarse rumbo a África o dirigirse a lo que hoy es República Dominicana.

Finalmente, se trasladó a Saint Domingue, donde se estableció como comerciante gracias al oro robado y a su conocimiento de las rutas mercantiles.

Allí se convirtió en una próspera empresaria y, más importante aún, en libertadora de muchos esclavizados.

Su historia se difundió por toda la colonia y llegó hasta Cuba, Puerto Rico, Jamaica y otras islas, donde los esclavizados susurraban su nombre como el de una verdadera heroína.

Las autoridades españolas ofrecieron recompensas por su captura, pero nunca lograron alcanzarla. En Saint Domingue también combatió a varios esclavistas y liberó a cientos de africanos.

María vivió 23 años en Santo Domingo. Nunca se casó ni volvió a tener hijos, pero adoptó a numerosos huérfanos, convirtiéndose en madre de muchos africanos libres.

En 1712, a los 51 años, murió pacíficamente en su casa, rodeada de quienes la reconocían como líder. Sus últimas palabras fueron: “Wami y Cofi, mamá llega”, recordando a sus hijos gemelos asesinados.

Su valerosa actitud inspiró a otros movimientos de resistencia negra, como la rebelión haitiana de 1791, los quilombos en Brasil y las luchas de figuras como Nat Turner o Harriet Tubman.

Mientras tanto, en Cartagena, la Casa de los Maldonado fue demolida por orden de la Iglesia, bajo la creencia de que estaba habitada por demonios.

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martes 26 de agosto, 2025
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